Anatomia Transversal

En cualquier proceso osteopático, la palpación es un procedimiento clínico ampliamente usado. En los inicios del siglo XX, osteópatas como Louise Burns DO, ya manifestaban abiertamente la importancia de esta habilidad y su aprendizaje.

 Al principio, puede parecer difícil percibir las sutiles variaciones en la cualidad de los tejidos mediante el tacto. Es conveniente pues el desarrollo de una “mano inteligente” para favorecer la conexión entre mano-mente, de manera que como suele decirse, “hacer es pensar”. A medida que las sutilezas del tejido se hacen más presentes, nuestras manos apreciaran y construirán una propia base de experiencias somáticas de lo que sentimos al tacto: “el músculo se percibe…, la fascia parece…”. Este almacén de memorias sensitivas lo usaremos como guía para reconocer en experiencias posteriores lo que se aprecia como “normal”. Con práctica esta habilidad aumentará al mismo tiempo que la propia confianza crece. Al reconocer lo natural, se hará más evidente lo diferente y será entonces posible detectar cambios disfuncionales en un tejido detterminado.

 En sus artículos, Lousie Burns DO insistía en la importancia de la habilidad palpatoria durante la exploración física del paciente. Sugería una palpación metódica de los tejidos, capa por capa desde la piel, pasando por el tejido subcutáneo, hacia el músculo y hueso o hacia una víscera. Hoy en día, y gracias al mejor conocimiento de la anatomía y la fisiología de la fascia, toma especial interés la palpación de las diferentes capas fasciales como herramienta en el diagnostico osteopático. La localización de una disfunción somática en una u otra capa fascial posee determinada significación según las características histopatológicas que muestre, proporcionando información precisa sobre la lesión y los tejidos que la rodean. Una palpación atenta y cuidadosa nos permitirá tener una imagen más clara del cuadro lesional presente y nos abre un campo muy valioso e interesante para los osteópatas.